Ramiro Losada y Alberto García, dos arquitectos moralos de éxito
La Gota, su proyecto estrella, ha sido reconocido a nivel internacional
Una amistad que comenzó a forjarse en las aulas del colegio Campo Arañuelo y del IES Augustóbriga desembocó en 2007 en la formación del estudio de arquitectura Losada-García, compuesto por los arquitectos moralos Ramiro Losada y Alberto García, quienes decidieron dar un vuelco en su trayectoria laboral y poner en marcha su propio estudio. “Los dos crecimos en Navalmoral y fuimos al mismo colegio e instituto, por lo que nos conocemos desde niños. Hemos estudiado aparejadores y arquitectura en la Universidad de Extremadura y en Madrid y con los mismos profesores, aunque con dos años de diferencia, pues Alberto tiene 33 y yo tengo 35. Aún más, en 2005 nos fuimos a estudiar a Italia y Bélgica e hicimos la correspondiente visita el uno al otro. Y luego, al terminar la Universidad estuvimos trabajando en varios estudios de Arquitectura en Londres, Milán y Rotterdam”, rememora Losada.
Aunque parezca algo fuera de lo común, los inicios no fueron excesivamente difíciles y el despegue de los jóvenes arquitectos moralos fue meteórico. “Nuestro background es el mismo, por lo que ha sido sencillo formar juntos una oficina de arquitectura. Empezamos con un concurso, luego otro, un pequeño encargo y así poco a poco, hasta que nos llegó la oportunidad del Centro Cultural La Gota. Posteriormente surgió la oportunidad de abrir una pequeña oficina en San Diego (California) y ahora estamos con algunos proyectos allí”, explica Alberto García, el otro soporte del exitoso estudio. De Navalmoral a San Diego, en apenas unos años.
“PENSANDO EN GLOBAL, PERO ACTUANDO EN LOCAL”
En 2007 nació Losada-García, un moderno estudio de arquitectura, que se divide en tres grandes bloques: documentación visual de la arquitectura, arquitectura contemporánea y docencia universitaria. “Siempre hemos estado vinculados a la enseñanza universitaria y hemos dado conferencias en diversas universidades. Nos parece importante dar clases para refrescar nuestra mente con nuevas ideas, contaminarnos de las nuevas generaciones y conocer otras maneras de pensar. Hace poco, Alberto estuvo en Milán contando parte de nuestro trabajo, yo he explicado el proyecto de La Gota en San Diego. Nos gusta compartir lo que hacemos”, explica Losada.
Fue precisamente a través de la Universidad cuando surgió la oportunidad de que el ambicioso estudio moralo cruzara el charco y abriera su sede en San Diego (California). “En 2012 y 2013 estuvimos dando clases en la Universidad de Arquitectura de San Diego en periodos de tres meses, comenzando así una relación con la institución. Posteriormente nos ofrecieron ser profesores durante un curso completo y nos establecimos allí. Desde el principio tuvimos la oportunidad de conocer otros arquitectos del sur de California y hacer colaboraciones con ellos”. En 2012, el joven estudio moralo consiguió un proyecto con un arquitecto de Los Ángeles para construir una vivienda de grandes dimensiones en Madrid. Este verano terminará la obra.
Para los arquitectos moralos, el futuro de la arquitectura está en la internacionalización y la diversificación. “Por ello, nos vemos con dos sedes, Navalmoral y San Diego y con proyectos en ambos países, de forma que una oficina se retroalimente con la otra con el objetivo de que los procesos constructivos y arquitectónicos que llevemos a cabo aquí los exportemos a California y los sistemas económicos, de gestión de empresa o de marketing que aprendamos allí, traerlos aquí”, puntualiza Losada. “Pensando en global, pero actuando en local”.
LA GOTA, UN EDIFICIO QUE GUSTA
La Gota, ubicado en el corazón de Navalmoral, es uno de sus proyectos más exitosos y no deja de recibir reconocimientos y premios, pero ¿por qué está gustando tanto? Sus propios creadores atribuyen el éxito a que “en el edificio se entiende bien la tradición y modernidad. Hemos intentado establecer una continuidad natural entre la tradición de los secaderos de tabaco, típicos de la zona y la creación de un edificio de nuestros días. Todos los que hemos crecido en esta zona de Cáceres estamos identificados con los secaderos de tabaco y hemos jugado en nuestra infancia en algún momento en este tipo de espacios. Por lo que es una obra que también juega con la memoria”.
El proyecto ha salido a pedir de boca, pero como reconocen los propios arquitectos “desde el principio sabíamos que este proyecto era un arma de doble filo. Si salía bien, tener un edificio tan significativo en el centro de Navalmoral, daría a conocer nuestra manera de trabajar, pero si salía mal… Afortunadamente, tras mucho trabajo de muchas personas, todo ha concluido muy bien. Sabemos que el Ayuntamiento está trabajando duro, pero estamos deseando que La Gota se abra ya”.
Sin embargo, integrar un edificio de las características de La Gota, en una localidad como Navalmoral, poco acostumbrada a la arquitectura moderna fue, cuanto menos, una apuesta arriesgada y todo un reto. “Entendemos la arquitectura moderna como una arquitectura perspicaz y de calidad, más allá de la forma que tenga. Por eso, siempre proyectamos edificios sensatos en cuanto al medio – lo que en muchas ocasiones implica trabajar con edificios verdes-, respetuosos con el entorno, etc. Esto le gusta a todo el mundo, edificios bien pensados. La forma o geometría de nuestros edificios no es importante, es un resultado de todos estos pensamientos de profundo respeto al medioambiente, la sociedad, la ciudad, etc.”, puntualiza Alberto García, en una clara declaración de intenciones.
La realización de un minucioso análisis del entorno fue fundamental para “encajar” el edificio de La Gota en el casco urbano de Navalmoral. “Fue importante entender el parque de Las Minas y su relación con el edificio, la cercanía al edificio colindante, la circulación de peatones en la zona, etc. Tras la investigación, pensamos que era importante crear una plaza pública en sombra y con fresco, por eso el muro vegetal, para el disfrute de los ciudadanos. También entendimos que para respetar a los vecinos del edificio medianero era bueno no abrir huecos hacia esa zona”, explican los arquitectos moralos.
El cumplimiento de la normativa urbanística municipal no supuso ningún problema y, como resalta Alberto García, apenas encontraron problema alguno a la hora de llevar a cabo el proyecto de La Gota. “En este caso ha ocurrido algo que no es frecuente, pues todos los agentes implicados (Ayuntamiento, constructora y arquitectos) han estado muy comprometidos con el edificio desde el principio, han sido muy competentes y la relación entre todos ha sido excelente. En arquitectura es importante encontrar el equipo adecuado y, aunque cada uno tenía sus propios intereses, la meta siempre era común: hacer el mejor edificio posible”.
LA GOTA, INSPIRADO EN UN SECADERO DE TABACO
El Centro Cultural La Gota, inspirado en un secadero de tabaco, es un edificio que, “desde el punto de vista arquitectónico, tiene una geometría de crecimiento similar a la planta de tabaco, con el principio de igualdad y diversidad, que también vemos en estos vegetales: las hojas son iguales, pero distintas al mismo tiempo. Así, el edificio contiene un fuste, a modo de comunicación vertical y estructura, a partir del cual surgen plantas de igual tamaño, aunque con diversidad de altura y ligeramente desplazadas”.
Además, la fachada cerámica, uno de los atractivos del edificio, “es una contemporaneización de los secaderos de tabaco típicos de la zona y se lleva a cabo a través de un tejido flexible que sigue el mismo patrón que el tradicional aparejo de ladrillo que tienen estas construcciones”.
La fachada es vanguardista y tradicional a la vez y, según explica Alberto García, se conforma “con una doble piel compuesta por un muro de vidrio y el tejido cerámico. Esto crea un colchón térmico entre estos elementos evitando el calentamiento en épocas estivales mientras dirige las miradas desde el interior y conforma el dibujo de los secaderos de tabaco. La fachada cerámica es un sistema industrializado de láminas cerámicas flexibles que cubren todo el edificio haciendo diversos dibujos que producen una gran variedad de patrones de luces y sombras en el interior. El sistema está compuesto por un trenzado de barras de acero en la que se insertan las piezas cerámicas en retícula, lo que permite flexibilidad, polivalencia y variabilidad”.
Sin embargo, “el dibujo de distribución no es el mismo en toda la fachada, pues en las orientaciones norte y este el patrón tiene una permeabilidad del 50% ya que el sol no es muy fuerte en estas orientaciones, mientras que en la ubicación oeste, que mira a las viviendas colindantes, no hay apenas huecos para permitir privacidad”.
La luz, otro de los atributos fundamentales del edificio, “entra -en aquellos espacios que lo permita el programa- a través de los huecos de la fachada. Esto produce una fachada desmaterializada, de geometrías depuradas, que filtra la entrada de sol a través de sus paredes. Esta doble piel compuesta por un muro de vidrio y el tejido cerámico crea un colchón térmico entre estos elementos evitando el calentamiento en épocas estivales mientras dirige las miradas desde el interior y conforma el dibujo de los secaderos de tabaco. Además, el muro vegetal permite refrescar el edificio con el consecuente ahorro energético”, explica Ramiro Losada.
Además, el jardín vertical, otra de las señas de identidad de La Gota, “permite extender el edificio al exterior, siendo un muro didáctico con plantas de la comarca. Tiene como objeto ocultar las medianerías existentes, dar continuación a la vegetación del parque colindante y proporcionar una regulación natural de la temperatura en los espacios que ocupa. Tiene una densidad de 20 plantas por m2 con más de 25 especies diferentes. Entre ellas destacan helechos, hortensia de invierno, carex, daniela o salvia”, explica Alberto García. Pero, ¿qué aporta el jardín al edificio y cuáles son sus principales ventajas? “Por cada m2 de jardín vertical se crea el oxígeno necesario para una persona al año, es decir, en La Gota se crea el oxígeno necesario para 200 personas, además se atrapan más de 30 kg de polvo atmosférico, se filtran más de 30 T de gases nocivos, se reduce 10 dB la contaminación acústica y mejora climáticamente el edificio y los edificios próximos, bajando su temperatura en 5ºC en verano”.
Otra de las características de La Gota que también llama mucho la atención es que sus plantas están voladas, no superpuestas, una decisión que, según explica Ramiro Losada, “obedece a dos criterios. Por un lado, climáticos, pues los voladizos tienen la dimensión adecuada para proteger del sol de verano (que por nuestra latitud es más vertical, en Navalmoral, en concreto, sobre 73º) y dejar entrar el sol en invierno (que es más horizontal 27º). Son como viseras para el edificio. Por otro lado, tienen una intención urbana porque el edificio crea un espacio cubierto en la entrada que produce sombra para disfrute del ciudadano”.
LA GOTA, LA JOYA DE LA CORONA
La Gota, sin duda, es un edificio innovador y diferente para Navalmoral, pero el mayor reto al que se enfrentaron sus “ideólogos” una vez que en junio de 2014 empezaron las obras fue “construir un edificio siguiendo el proyecto original con un coste económico muy bajo, cumpliendo los plazos de ejecución y con una liquidación mínima, algo que no ha sido muy común en los últimos años. El precio del edificio es uno de los más bajos por metro cuadrado de España para centros culturales de estas características. La liquidación final ha sido de un 3% cuando lo normal es un 10% (y en muchos casos conocidos ha superado el 20 y el 30%). Nos sentimos orgullosos de haber utilizado el dinero público de una forma inteligente y haber podido optimizar al máximo los recursos que hemos tenido al alcance”.
El kiosco de Plaza Castilla de Madrid, fabricado en un material de resina que tiene la peculiaridad de aplicarse igual en fachada, cubierta, puerta, etc., la Peraleda House, una vivienda construida en piedra tradicional, que sigue la geometría que marcaba la delineación del pueblo, de forma que se crea una base con forma “rara” en la que se apoyan las habitaciones recogidas con una geometría en Z o el Steam Pavilion en San Diego que combina formas complejas con un material tradicional como la madera, son algunos de otros destacados proyectos que llevan la impronta de Losada y García, aunque, sin lugar a dudas, La Gota es la joya de la corona. “Para nosotros es importante porque es un edificio público que traerá cultura a Navalmoral. Siempre hemos creído en una arquitectura para la personas, con las personas y por las personas. La Gota es un edificio híbrido para espacios expositivos que pretende crear un nuevo foco de centralidad urbana, proyectando identidad en Navalmoral. Es un edificio para la cultura con mayúsculas. Además del Museo del Tabaco, acoge una sala temporal y la exposición permanente de la pintora Sofía Feliú. Estamos en contacto con el ayuntamiento para llenarlo de contenido, que es lo que falta, y que los habitantes del Campo Arañuelo puedan disfrutar de exposiciones y talleres que antes no se podían traer aquí. Hemos hablado con otras instituciones y se han interesando en realizar intercambio de colecciones. Creemos que es una gran oportunidad para traer arte y cultura al Campo Arañuelo”.
La meteórica trayectoria de los arquitectos moralos no se para y en la actualidad se encuentran trabajando en varias viviendas unifamiliares en San Diego, una vivienda en La Vera que incluye una rehabilitación y un adecuación del paisaje así como en varias viviendas en Navalmoral entre las que se encuentra la del futbolista moralo Óliver Torres.
NAVALMORAL Y SU COMPLEJIDAD URBANA

Ramiro Losada y Alberto García como moralos y como arquitectos no son ajenos a la enrevesada arquitectura local y su complejidad urbana. “Creemos que Navalmoral cuenta con una complejidad urbana más que arquitectónica. El entramado urbano es bastante complejo y creemos que radica en el hecho de que Navalmoral está encerrado entre varias infraestructuras, como son la línea del tren, la autovía y la antigua carretera Nacional V, lo que no le ha permitido expandirse con la libertad que lo han hecho otras ciudades, como por ejemplo, Talavera. Nosotros, urbanísticamente, apostamos por ciudades como Bilbao, pues a diferente escala que Navalmoral, también se encuentra encerrada entre una topografía muy abrupta, la ría y una autopista, pero ha sabido transformarse inteligentemente y adaptarse a los nuevos tiempos sin perder su esencia”, explica Alberto García.
REPORTAJE PUBLICADO EN LAS CLAVES EN JUNIO DE 2016.
Ha sido un reportaje patrocinado por:
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2 Comentarios en Ramiro Losada y Alberto García, dos arquitectos moralos de éxito
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#1- Mrl
Fantástico edificio. Enohabuena a ambos y gracias por el reportaje, que nos ayuda a entender el edificio. A mí, particularmente, me encanta el efificio. Ahora sólo queda que la actual Corporación local se digne a inaugurarlo. Estamos deseando verlo y disfrutarlo por dentro
Sois un orgullo para Nava
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#2- Francisca
El edificio chapó, pero no esperen q ls jovenes de Navalmoral se interesen por la cultura...Lo unico que saben esos chicos de cultura y de secaderos es que ahi la maria se seca bien...y ya no solo los jovnes, la gnte va a ir a verlo una vez y basta. Lo q necesita el pueblo son +rotondas y badenes ja
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